El Vestuario by Amy Lane

El Vestuario by Amy Lane

autor:Amy Lane [Lane, Amy]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Dreamspinner Press


NOTICIAS ESPN- Los fans de Sacramento se conmocionaron esta mañana al saber que uno de sus jugadores más queridos, Christian Edwards, defensa, había sido cedido a Colorado, después de que anoche hubiera iluminado la cancha con su amigo de tantos años y compañero de los Kings, Xander Karcek. Cuando se le preguntó la razón, Edwards simplemente se encogió de hombros y dijo “forma parte del trabajo”.

—Se ve como si esto no le estuviera rompiendo el corazón —dijo Penny a la mañana siguiente. Había pasado la noche en su habitación de invitados, en el ala de Xander y vestía vaqueros viejos y un jersey de los Kings, que solía dejar allí. Xander sabía que tenía un apartamento pequeño en la zona de Downtown Sacramento, pero las celebraciones de cumpleaños y las cenas familiares parecían gravitar alrededor de la gran casa en Folsom. En parte porque era grande, en parte porque Lucía cocinaba bien y en parte porque a Jed y a Andi les encantaba caminar por el sendero que utilizaban para correr y solían escaparse cuando pensaban que nadie se daba cuenta.

Hasta la noche anterior, Xander había pensado que, más que nada, era porque Chris estaba allí. No se había dado cuenta que él también encajaba en la ecuación.

—Eso es porque se lo dejó aquí —dijo Andi con desolación y Xander emitió un sonido. Necesitaba tomar su ibuprofeno, su Pepto Bismol y salir a correr. Los perros estaban nerviosos –necesitaban correr.

La familia estaba abajo, saboreando las tortitas que había hecho Lucía sin que nadie se lo hubiera pedido, porque Chris le había comentado que eran las favoritos de Xander. Él nunca había dicho que el motivo era porque Andi se los había preparado la primera noche que había ido a vivir a la pequeña casa de los Edwards.

—Xander, no vayas —dijo Andi, mirándolo con ojos sesgados, pero utilizando el mismo tono de voz que solía usar con Chris cuando lo hacía terminar los deberes antes de ir a jugar. Nunca lo había tenido que hacer con Xander (éste había ido a vivir con ellos sabiendo que, como prioridad, tenía que mantener notas altas. Nunca había hecho nada que pusiera en peligro su vida en casa de Chris).

—Voy a salir a correr —dijo con la boca seca porque quizá era la primera mentira que decía y a sí mismo se repetía que ya tenía veintiocho años, cosa que no le hizo ningún bien.

—No lo necesitas. Luego tienes entrenamiento. Tienes las rodillas aún resentidas por el partido y, ¿sabes qué?, eres un atleta profesional increíble y puedes tomarte un día libre. Ahora siéntate y termina el desayuno.

—Andi, estoy bi—

Ahora ya tenía la total atención de ella.

—Xander, no me mientas. No estás bien. Los dos me habéis estado soltando una perorata de tonterías acerca de “la naturaleza del juego” y “deberíamos haber esperado esto tarde o temprano”. Pero tú no vives con alguien durante, ¿cuánto, doce años?, y luego, un día te despiertas y te encuentras que el otro está a mil setecientos kilómetros. No puedes encontrarte bien, ¿de acuerdo?

Xander se sentó con brusquedad.



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